Por Juan Data (Originalmente publicado en La Banda Elástica, USA, 2002)
Con una botella de vino tinto en una mano y el sacacorchos en la otra, Fher nos da la bienvenida al estudio. Los invitados pasan y se sientan. Alex escolta al vocalista de Maná desde atrás de la enorme consola de mezcla, él se encargará de las traducciones al inglés, mientras tanto Sergio se recuesta en un sofá que parece mucho más cómodo y adecuado para la ocasión que las sillas donde nos acomodamos para escuchar Revolución de Amor, antes de que salga a la venta.
Para romper el hielo, Fher sirve un par de copas y las ofrece a los recién llegados pero aclara: “Tenemos un tequilita que trajimos que es de lo mejor, se los recomiendo a todos. Un buen tequila es lo ideal para tomar mientras se escucha este disco”.
Antes de pasar a las canciones, hace referencia al título del disco, “la palabra amor es la más grande del cosmos,” y aclara, “el amor está presente a lo largo de todo este disco como un tema central”, como si nos fuésemos a esperar otra cosa de Maná que esas clásicas canciones de amor con finales siempre tristes que apelan, sin vueltas, a la sensiblería del oyente. Esa es la marca de agua de Maná. Gracias a esos eternos himnos al desamor, se convirtieron en lo que es hoy: la banda de rock en español más grande del mercado mundial, la que ha llegado a donde ninguna otra jamás haya imaginado. “Este disco es más humano, más orgánico, casi como artesanal” nos cuenta Fher y asegura que el álbum fue grabado casi enteramente de forma análoga, “se usó el Protools, pero lo que no queremos es depender de él,” comenta “me parece un error (usarlo demasiado) porque deshumaniza la música”.
Play. El disco empieza a rodar y lo escucho por primera vez. Aclaro de antemano que no soy ni fan ni detractor de Maná y percibo sus canciones desde la neutralidad, sin el filtro de la envidia roquera ortodoxa de los mexicanos. Hay composiciones de Fher que me ponen la piel de gallina y otras tantas que me hacen cosquillas. Esta podría entrar al podio de las primeras, “Ángel de amor”, el primer corte de difusión. Un track sin sorpresas, un posible favorito de las radios y candidato a convertirse en un clásico de su repertorio. Maná suena más Maná que nunca, con guitarras estridentes y una notoria preponderancia de la batería con Alex, a puro virtuosismo.
Le sigue “Ay doctor” del que Fher comenta “este tema está basado en una vivencia real de uno de los miembros de la banda, no voy a decir quién, por yo no fui… y Alex tampoco”, este último intercede “y Sergio tampoco”. Como el tema está compuesto sobre una poderosa línea de bajo, no nos queda otra que pensar que la inspiración vino del lado de Juan Calleros. La letra hace alusión a la depresión producto del mal de amores, que lleva al paciente a requerir medicación a su psicólogo. En cierta medida retoma el concepto de “Corazón espinado”, su colaboración para el disco Supernatural de Santana. Reaparece esa frase de cinco palabras que resume el universo de Maná: “Cómo me duele el amor”. La sorpresa es el uso del talk-box a cargo de Sergio, en donde iba a ir un solo de harmónica.
¡Uff! Dos golpes fuertes sin respiro. Descanso por favor. Tres imponentes rubias vestidas de blanco entran cargando bandejas llenas de margaritas. Fher se preocupa por que alcancen para todos, “que no se quede nadie sin sus margaritas” y uno se pregunta si todas las reuniones de Maná con la prensa serán así ¿o nos querrán emborrachar para que lleguemos con las defensas bajas a los temas de relleno?
Es el turno de Alex para presentar su canción (cantada a medias con Fher). Aparentemente al baterista no lo deja dormir tranquilo el tema de la paz mundial y se propuso hacer una declaración de principios antibelicistas. Claro, si vamos a quejarnos de algo que no nos gusta de este mundo, qué mejor que proponer una alternativa viable para solucionar esos problemas: “no hay que odiar, hay que amar” (y lo repite, por si no nos quedó claro). “Fe”, tal el título de la canción, se aleja un poco musicalmente del resto, apelado a la espiritualidad del oyente a través del uso de instrumentos tradicionales de la India y para la ocasión, sin perder detalle, el compositor del tema se encargó de bajar las luces del estudio de grabación, como para que nos pongamos más a tono y nos impere la necesidad de meditar.
Llegó la hora de un nuevo hit. Otro tema de esos que van a dar que hablar, “Pobre Juan” y no, no lo escribieron pensando en mí, pero casi. La historia ya trascendió: Fher conoció en un bar de la calle Melrose (Los Angeles) a un mesero mexicano, que como a tantos otros le tocó la de sobrevivir como inmigrante ilegal en los Estados Unidos, “lleva once años viviendo aquí y nunca pudo conseguir sus papeles y por eso no pudo volver más a México a ver a su familia y su esposa” . Catalóguese bajo la etiqueta de: “historias de finales tristes de latinos desamparados en algún lugar del mundo” y archívese junto a “La Sirena” y “El muelle de San Blas”.
Después del plato fuerte, un postre casi tragicómico: “Mariposa Traicionera”. Fher dixit: “Esta me costó mucho escribirla porque es en base a una experiencia personal y no encontraba las palabras, hasta que finalmente se me ocurrió la metáfora de la mariposa que va de flor en flor, como la mujer que va de boca en boca”. La metáfora se hace menos sutil y hasta inapropiada cuando acusa al inofensivo insecto de abrir sus “nalgas” generosamente al mejor postor. Más allá de la lectura machista y conservadora que delata a primera vista, uno se puede cuestionar sobre la vida íntima de un rockstar de semejante magnitud y pensar si no estará escupiendo para arriba. Claro que el detalle no va a ser obstáculo para que suene en las radios de Top 40. La canción está compuesta a modo de bolero mexicano y será ideal para ahogar las penas en alcohol en alguna tenebrosa cantina del DF, pero a mí, con dos tequilas encima y todo, me dio un poco de vergüenza ajena.
Alumnos Fher y Alex, pueden sentarse.
Pase al frente Sergio Vallín.
Al guitarrista le tocó aportar la canción de amor más triste entre todas las canciones de amor tristes: “¿Por qué te vas?”. “Poco antes de la muerte repentina de mi padre,” cuenta “tuve esta conversación con mi madre en la que me dijo cuánto lo amaba”. Su padre falleció en un accidente trágico y al poco tiempo le tocó el turno a su madre que “murió de amor”. En aquella conversación se inspira esta canción. Insensibles abstenerse.
Enseguida Maná se pone políticamente correcto y sale Fher a dar la cara con otro tema con pasta de hit: “Justicia, Tierra y Libertad”. El título lo dice todo. Al mejor estilo de U2, como rockeros consagrados a nivel mundial que se muestran preocupados por las problemáticas del tercer mundo. En este caso el reclamo indígena. El título es una cita del revolucionario mexicano Emiliano Zapata y la canción abre con otra cita de otro revolucionario mexicano, el subcomandante Marcos. Pero la atención no está, esta vez, puesta en la letra sino en las guitarras y es que aquí aparece el primer invitado del disco: Carlos Santana. Cuenta la leyenda, que la canción se había grabado originalmente con la guitarra de Sergio, con la idea de usarla como guía y luego borrar completamente ese canal para darle rienda suelta a los virtuosismos y firuletes del invitado de lujo. Pero cuando el as de las seis cuerdas oyó los punteos de Vallín pidió que no los eliminen y en cambio sugirió esa especie de diálogo o duelo entre dos guitarras que quedó en la versión definitiva. Para chuparse los dedos.
La última y nos vamos. “Sábanas Frías” con la participación de otro de lujo: Rubén Blades. Un collage de ritmos tropicales que pasa de la cumbia a la “hard core salsa” –según definición del propio Fher- y trata sobre un controvertido tema de discusión de talk-shows de las tres de la tarde… de hace dos décadas: la convivencia de la pareja antes del matrimonio. En el Opus Dei y el arzobispado de Guadalajara se rasgarán las vestiduras, pero de allí en más a nadie le mueve un pelo. Fher se excusa de antemano: “es algo que es muy normal aquí y en Europa, pero no está muy bien visto en México todavía, ni en Latinoamérica”. Concentrémonos mejor en el desempeño del invitado panameño que también viene con leyenda; ésta cuenta que sólo iba a hacer unos coros, pero se bebió dos botellas de vino tinto, eran las dos de la mañana y no había manera de sacarlo del estudio, así que se terminó entonando un par de estrofas completas.
“Esas son siete canciones de las doce que van a componer este disco, espero que les hayan gustado” y nos fuimos a buscar –sin éxito- algún bocadillo, como para compensar la sobreoferta de alcohol. Estamos a media cuadra de Melrose Ave., ¿por qué no vamos al bar de Juan?
Wednesday, January 05, 2005
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