Saturday, May 19, 2007

TIRO DE GRACIA: Crónica de su visita a Argentina

Por Juan Data (originalmente publicado en laturma.com en julio de 1999)

Me levanté esa mañana preocupado porque no me acordaba exactamente dónde era la cita. Dos semanas atrás me había enterado de la sorpresiva visita de Tiro de Gracia gracias a su mánager con quién había arreglado telefónicamente una entrevista para algún momento de ese 9 de junio.
Siendo que me acuesto normalmente a las 2 o 3 de la mañana, estar levantado, cambiado, bañado y listo para salir a las 10 era todo una demostración de mi habilidad de madrugador. Desde el lunes que llamaba por teléfono a la compañía para verificar la dirección del hotel donde iban a estar, pero allí nadie me atendía. Desesperado y sobre la hora ese miércoles llamé a EMI y haciendo uso de subterfugios y estratagemas conseguí que me diesen el número de teléfono del hotel, con eso en mano, conseguir la dirección era pan comido.
Me aventuré al céntrico hospedaje suponiendo que la cita era allí, o con el deseo, al menos, de encontrarlos antes de que saliesen en su gira diaria por radios, canales y revistas.... promoción. Así llegué vestido de homie con capucha y pantalones baggy hasta el lujoso edificio de fachada blanca e interior dorado, donde me sentí un extraterrestre. Ingresé al salón principal de el hotel, con una idea clara, no iba a tener que acercarme a la recepción para hacer las preguntas, apenas me viesen vestido así me iban a mandar un mono que gentilmente me hiciese saber que estaba en el lugar equivocado, con un frío e irónico “buscaba a alguien, caballero?” (irónico por lo de caballero).
Tuve la suerte de que mientras pronunciaba el “llero” de caballero apareció tras las espaldas del mencionado simio un tipo con más pinta de chileno que de b-boy y supe que era mi salvación: “tu eres de la Moshpit?” me dijo y me sentí plenamente aliviado.
Me condujo hasta el restaurante del hotel donde “pronto los chicos bajarán a desayunar, se están levantando” y me senté a esperar con un pedido de café mediante a la bella camarera (la casa invitaba).
Apenas me puse a relojear mi entorno, lleno de enormes espejos, cuadros de marcos dorados, alfombras azules y obviamente los clásicos “yuppies” haciendo “lobby”, vi descender del ascensor a Lengua Dura y Juan Sativo que con una efusivo abrazo me recibieron “Cómo estás, tanto tiempo, bla, bla, bla...”.
La mesa se tuvo que fusionar con dos mesas más cuando siguieron cayendo el resto de la banda, mánagers incluidos. El desayuno, generoso en proteínas, constaba de huevos revueltos, jugos y ensaladas de fruta, café y tostadas. “Este lugar es una mierda” diría más tarde Zaturno, el último en despegarse de la almohada y el más escandaloso de los tres: bajó al restaurante con un grabador colgando de su brazo con la música sonando al tope.
Entre recuerdos, y preguntas del tipo “cómo anda todo por acá ?”, la conversación derivó, como era de esperarse en el nuevo disco que justamente tenían allí y “en exclusiva” me lo hicieron escuchar de punta a punta entes de editarse. El resultado no fue menos esperado, entre el volumen de la conversación que cada vez subía más y la música que salía del grabador intentando superar a las voces, el ruido de la mesa se tornó insoportable para el resto del hotel y no dudaron en mandarnos en dos oportunidades consecutivas a un mozo para que, con buenos modales, nos rogase nuestra ausencia.
Una vez ya en la calle la música volvió a subir de volumen, y sacamos unas fotos mientras esperamos que llegase la camioneta Traffic que los acompañaría durante su gira promocional diaria. Le comenté a Lengua sobre los embates graffiteros de las crews porteñas que cada vez abarcaban más terreno y el me dijo “allá en chile a los graffiteros ya los reconocen los pacos (carabineros) por su forma de vestir, con solo ir con pantalones anchos ya sos sospechoso y te pueden revisar, si te encuentran un tubo te tiran pintura en la cabeza”. Acá todavía se puede pintar tranquilo, todavía la policía no relaciona pantalones anchos con aerosol y eso es un alivio, no solo para nosotros, sino para los graffiteros extranjeros, que sabiendo de esto, visitan las costas argentinas como el caso de Zekis y su crew, los DVE, de Santiago.
Ellos estaban enterados de la visita de los DVE a Buenos Aires, los rumores se corren pronto en las escenas hip hopperas de todo el mundo. Cambiamos de tema, porque parece que con Zekis y su gente no estaban las cosas del todo bien, y es que, bueno, la popularidad y la sobreexposición mediática había colocado a los Tiro de Gracia en una posición, al menos incómoda, producto del recelo del mucha otra gente. Como pasa siempre. Sin embargo, esto parecía no molestarles mucho, “nosotros tocamos en todo el país, tenemos nuestro público” y claro, el éxito a demás de envidias les había traído viajes por el mundo entre los que cuentan a España.
España! Obviamente la conversación derivó en hablar del rap español que tanto estaba pegando en Chile y por estos lados empezaba a hacer estragos. Se enumeraron nombres como Frank T, La Gota Que Colma, Los Verdaderos Kreyentes De La Religión Del Hip Hop, Ari y CPV. Ya estábamos en la camioneta y segíamos hablando de las comparaciones de la lírica de Geronación cuando la mánager me miró y dijo “¿a dónde vamos?”
“Caballito!” fue mi respuesta instantánea. Camino al barrio de los graffitis, Lengua Dura y yo hablábamos de Rawkus y comentábamos los últimos lanzamientos, ellos habían escuchado ya el Soundbombing 2 antes de que saliese gracias a una amigo norteamericano, el editor de Stress. Yo me moría de ganas de escucharlo así que se me hacía agua la boca. Juan Sativo, mientras, asomaba la cabeza por la ventanilla de atrás e intercalaba entre sus aullidos y onomatopeyas, casi constantes, algún que otro “erótica!” dirigido a casi cualquier cosa con forma de mujer que caminase cerca de la camioneta.
Parada a mitad de camino. Compraron pilas para el grabador de Zaturno, que no dudó en pelar la clásica bolsita a penas tuvo oportunidad. Una vez en Caballito, nos dirigimos hacia los paredones de la convención de graffiti donde observaron el arte con atención y admiración. No les explico lo orgulloso que sentí cuando en plena recorrida por el lugar, pasó a pocos metros nuestros el vagón del tren Sarmiento que fue bendecido por los sprays de Lyte & Escher poco tiempo atrás, con un formidable “top to bottom” en plateado y negro.
De ahí nos fuimos a La Tribu, estación de FM porteña símbolo del underground y de fiestas Hip Hop Reggae. Allí respondieron, con admirable paciencia las preguntas poco originales de un periodista poco avezado en la materia. Son profesionales ya en el arte de responder...
Antes de la nota nos comimos unas empanadas de carne, que no venían mal, cuando el estómago empezaba a protestar alrededor de las 2 de la tarde. Mientras tanto, contemplábamos atónitos las tremendas redondeces pectorales de una señorita fotografiada por váyase a saber qué dichoso ser y en exposición en las paredes del recinto y recitábamos en castellano estrofas enteras del maestro KRS-1.
De regreso al hotel, pasamos por la puerta de uno de esos tenedores libres coreanos de la calle Corrientes a los que nadie en su sano juicio se entregaría por más hambre que tuviese. Nadie menos ellos, que obnubilados por la palabra “libre” hincharon como nenes caprichosos para que los llevasen a comer ahí (después me explicaron que en Chile no son comunes es tipo de restaurantes y entendí).
Antes tenían que ir al hotel. Les faltaba otra entrevista, esta era con un canal de televisión por cable que yo desconocía totalmente. Mientras esperaban que los representantes de dicho canal se hiciesen presentes en el lugar, cada uno se fue para su habitación y yo por una cuestión meramente azarosa terminé en la habitación de Zaturno, donde este me dejó escuchar las bases que él mismo había armado para una banda nueva que producía. Me comí medio paquete de galletitas Rex que tenía Zaturno en su cuarto mientras la mucama le hacía la cama y de fondo sonaba la música.
Pasó la entrevista (en la que se mofaron abiertamente de la ignorancia del periodista, tomándole el pelo e ironizando en sus respuestas... pero el chabón ni se dio cuenta) y pintó ir a comer al tenedor libre. Ya eran las cuatro de la tarde y mi estómago rezongaba como nunca, pero la comida ya fría del restaurante me espantó un poco así que comí lo mínimo indispensable para tirar hasta la 1 de la mañana (horario en que volví a mi casa), ellos en cambio se morfaron la vida y se levantaron para repetir, al menos tres veces cada uno. Terminado el almuerzo, me despedí porque ya se me había hecho la hora de entrar al laburo, y quedé en verlos al día siguiente en su recital de Buenos Aires News.

Casi cancelo mi visita “al news” como le dice la gente “bien”, debido a mi malestar estomacal, producto de aquella comilona. Pero, eso de salir de laburar a las 12 de la noche un jueves y tener un recital en un boliche lleno de perras, me tentó. Habiendo comido en el camino sólo una hamburguesa de las más baratas que venden en Mc’ Dollars, me mandé hacia el Paseo de la Infanta y como supuse que el recital empezaría tipo dos de la mañana, me fui caminando, para hacer tiempo.
Llegué cansado y resignado, con la calentura de no haber tenido un puto marcador o aerosol para decorar esa parte de la ciudad, tan pulcra que se me ofrecía generosamente sin policías a la vista. Una vez en la puerta debí enfrentar la pedantería de los patovas que, obviamente al verme vestido de pantalones anchos poca bola me iban a dar. Me acerqué a la entrada de los VIP’s donde un tipo armario con cara (inexpresiva, por cierto) me ignoró abiertamente durante largo rato, mientras canchereaba con unas cachorras de jugosos escotes. De adentro se escuchaba a Tiro de Gracia sonando y me avivé de que había llegado tarde por lo que me impacientó más el cinismo de esa bola de músculos. Le toqué el brazo, tímidamente y con cara de lástima, le pregunté por la chica esta, la mánager argentina del grupo, quién me había invitado. Se hizo el que no me escuchó, miró para otro lado, se quedó sin responder y al rato se dio vuelta y se puso a hablar con otro de su raza.
Resignación. A esperar. Mi paciencia de monje tibetano fue puesta a prueba nuevamente, mientras seguía escuchando como los temas pasaban y yo me estaba cagando de frío en la puerta. Se volvió hacia mi, se detuvo en mi vestimenta, y advirtió que me había sacado el pasamontañas que ocultaba mi verdadera identidad, ahí parece que me vio la cara de nene bueno (o boludo) y le pintó la compasión: “Vos buscabas a... ?”, “Sí, sí” me apresuré a decir, volvió a mirarme dudando y dijo: “está adentro, pasá y fijate si la encontrás”.
Regio. Una vez adentro me zambullí entre la maraña impenetrable de yuppies con cama solar y pelo con gel, y gatas de curvas generosas con toda la mercadería en vidriera.
Pensé, soy el único gil que vino a ver a TDG, nadie más tenía pinta de estar interesado en el Hip Hop. Me planté a unos metros del escenario y disfruté de los tres últimos temas del show, que dicho sea de pasa, fue uno de los mejores que les vi.
Empecé a recorrer al público con la mirada, algo impaciente, en busca de alguna cara conocida y ahí descubrí a tres fans (y/o grupies) del grupo coreando los temas y sacándoles fotos. Se distinguían muy bien del resto de las féminas presentes en el lugar, tenían unos cuantos centímetros menos de altura, unos cuantos más de circunferencia y varios colores no naturales en sus cabellos.
Al rato, a mis espaldas se me aparecen dos esbeltas siluetas de equipos deportivos Pumas y me saludan antes de que los reconozca, eran los Geo Ramma, ¿quién más?. Al toque los perdí de vista, pero minutos más tarde los volví a encontrar detrás del escenario, en la puerta de camarín, esperando por los tres MC´s chilenos. Ahí también estaban las tres damiselas.
Sonaba Dr Dre de fondo, esa era la pista “alternativa” del boliche. Lengua Dura fue el primero en asomar la cabeza y se mandó a bailar en seguida ante la mirada curiosa de toda la muchachada que rara vez habría visto como se baila el rap.
Fueron cayendo los demás, Valentino peló una botella de alto contenido etílico (y alto costo) y el Lengua se entró a encarar una morocha de suculenta figura sin éxito. Juan y Zaturno me invitaron a seguirlos cuando salieron por un rato del boliche para ir a escaviar afuera. Yo los seguí, pero me desvié cuando advertí que en la pista principal había un desfile de modas donde supuestamente podría ver porcentajes de epidermis femenina expuesta, mayores a los que me rodeaban.
Fue un fiasco, el desfile era de ropa “otoño/invierno” así que lo se llegó a pelar ni una transparencia que dejase adivinar las escarapelas de alguna de esas delgadas blondas. Volví a buscar al resto, pero ya los había perdido. Lengua se había ido con DJ Raf y los demás no habían regresado aún. Esperando reencontrarlos, me planté cerca de la puerta mientras me castigaba la vista contemplando a una negra hermosa bailando con un pantalón blanco tan ajustado que se notaba cómo el tremendo culazo que portaba hacía fuerza por emerger.
Al rato regresaron algo más alcoholizados y mientras discutían si nos íbamos o nos quedábamos, se prendieron en la autoflagelación psicológica de mirar bailar a la mulata. Eso fue hasta que encontraron un blanco mejor aún, una de esas promotoras que uno dice “de dónde las sacan?” vestida con mini-mini-minifalda y medias de red, estaba impunemente apoyada, unos metros más arriba que nosotros, sobre una baranda de acrílico transparente que desde nuestro ángulo de percepción, dejaba al descubierto toda la carga de altísimo voltaje erótico.
La misma Traffic, nos esperaba a la salida del boliche con el conductor -como corresponde- durmiendo. Subimos todos y nos fuimos, sin despedirnos de los Geo Ramma (no sé por qué) camino al Hotel. Zaturno, haciendo su papel de niño mimado de la banda, empezó a escandalizar el interior de la camioneta con sus agudos alaridos caprichosos, productos del hambre: “vamos a un mardonals (sic.)!”, “mánager conchetumadre cómprame una hamburguesina, sí?, consígueme un auspicio de una hamburguesina!”. Entre el chofer y quién les habla, los únicos dos que jugábamos de locales, tratamos de hacerlo entrar en razón explicándole gentilmente que en Buenos Aires no se podía ir a los fast food a las tres de la mañana. Sus gritos continuaron y a ellos se sumaron los de Juan Sativo que desde la última hilera de asientos profería insultos irreproducibles a su compañero de equipo y se reía, él mismo, de lo que salía de su boca.
Con excesos de “che, boludo” y “dale San Lorenzo” Juan intentaba, en vano, imitar la tonada argentina. Pato y yo estábamos en el medio y soportamos los chirridos de ambos hasta llegar al hotel. Momento en el que nuestros destinos se volvieron a distanciar ya que la siguiente -obvia- parada, era la cama.
Otra vez caminé por la ciudad de noche y otra vez me lamenté de no tener entre mis posesiones ni un aerosol.

No los volví a ver hasta el día del Jam en la reina, para lo que tendrán que leer la nota respectiva. El domingo, en La Diabla tocaron en un recital repleto de gente de hábitos saltarines y groupies de ropa interior humedecida. Una vez terminado el show me los reencontré en el improvisado V.I .P. donde no me dieron mucha bola ya que cada uno había pegado minita y estaban en plena etapa de flirteo mientras comían algún que otro chegusán de miga. Así llegó la hora de la despedida final y las promesas (siempre incumplidas) de viajes y visitas mutuas. Las despedidas son siempre tristes.

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